ALTURA
La Villa de Altura se encuentra en el sector central del valle del Palancia, aunque sus 130 Km2 de término municipal abarcan buena parte de la Sierra Calderona. La villa, a una altitud de 397 metros de altitud, es el segundo núcleo poblacional de la comarca del Alto Palancia, aunque su buen clima y los servicios con que cuenta, lleva a que su población aumente considerablemente en fechas vacacionales.
Aunque en su término municipal se han encontrado numerosos restos de población de la Edad del Bronce, ibéricos y romanos, el casco urbano de Altura data de tiempos del dominio árabe. Tras la reconquista cristiana, pasó a formar parte del Señorío de Jérica, hasta que Martín I el Humano la entregó en 1407 a los cartujos de Valldecrist (fundada en 1385), formando parte de su priorato hasta 1835. Cuando en el siglo XIX, el Monasterio se ve obligado a cerrar sus puertas, la localidad comienza a consolidar una economía basada en la explotación de los recursos naturales generados de su extenso término municipal y huerta, que se incrementaran a partir de 1915 con el alumbramiento del Manantial del Berro, que desde entonces abastece a la población para el riego y el consumo humano.
Hoy Altura es una villa que vive del sector servicios, aunque el sector agrario también juega un importante papel económico en la localidad, produciendo un excelente aceite de oliva virgen extra, e importantes cosechas de almendras y frutas. El turismo es un factor económico importante.
La villa de Altura contiene en su núcleo urbano numerosas trazas de su pasado medieval, con estrechas y retorcidas calles, portales, plazas porticadas, resto de murallas, retablos cerámicos y su notable templo parroquial dedicado a San Miguel Arcángel, con un rico legado artístico en su interior. A escasa distancia de la localidad, se encuentran las ruinas de la Cartuja de Valldecrist, una de las más insignes de cuantas la Orden tuvo en España. Entre sus muros habitaron relevantes personajes que ayudaron a lograr el gran esplendor que tuvo el monasterio. Pero tanto poder y belleza motivaron su abandono y posterior destrucción a partir de 1835, un proceso que comenzó a revertirse a finales del s. XX, logrando devolver al conjunto de sus ruinas un interesante contenido arquitectónico y cultural.
Íntimamente relacionado con la Cartuja y Altura, está el Santuario de la Cueva Santa, donde se venera desde el s. XVI, en el interior de una enorme gruta, a la Virgen de la Cueva Santa, patrona de los espeleólogos y de la Diócesis Segorbe-Castellón. La devoción que despierta es tal, que se ha convertido en un importante centro de peregrinación y de visita casi obligada.
Si a ello unimos los atractivos naturales y patrimonio etnológico que se encuentran en su ámplio término municipal (fuentes, masías, áreas recreativas, pozas naturales…), se comprende lo acertado de su conocido slogan de “Altura, conóceme y volverás”.
GÁTOVA
Ubicada en plena Sierra Calderona, esta turística y agrícola población de cerca de 400 habitantes pertenece a la comarca valenciana del Camp de Turia desde los años 90. El caserío, a unos 350 m de altitud, presenta una imagen escalonada en las faldas de la Peña Escaladera y el Pico del Águila. Llama la atención su trama urbana de influencias árabes, entre la que destaca la Fuente de los 15 Caños, el lavadero y la Iglesia dedicada a la Virgen de la Merced.
No obstante, se han hallado asentamientos de época ibérica y romana, que constata la presencia humana en estas tierras desde tiempos antiguos. El Torrejón, o el Acueducto del Piñel serían los más significativos. Desde 2017, el yacimiento ibérico del Torrejón, perteneciente a la Ruta dels Ibers, cuenta con servicio de visitas guiadas gratuitas bajo reserva previa. Para disfrutar de este servicio se debe llamar al 964126001 o enviar un correo electrónico a torrejon@gatova.es.
Tras la reconquista cristiana, la alquería de Cátava fue añadida al Condado de Olocau, junto con sus anejos de Marmalé y Torres, del que no se separó hasta el siglo XIX.
Otros elementos singulares que se encuentran en Gátova son los molinos de viento de Cachumbito y de la Ceja, restaurados en 1994. Este último será perfectamente visible por su parte trasera unos metros más adelante sobre la cima de uno de los cerros que rodean el pueblo.
SEGORBE
Episcopal y ducal, cuna de arte e historia, Segorbe es la capital administrativa de la comarca del Alto Palancia. La ciudad, flanqueada por los dos cerros que la vieron nacer, los de Sopeña y San Blas, queda en mitad del camino entre Aragón y Valencia, lo que le ha llevado a tener un importante papel en la historia del Reino de Valencia, reflejado en su núcleo urbano por la cantidad de monumentos civiles y eclesiásticos que en ella se encuentran, destacando por encima de todos la Catedral–Basílica (en origen del s. XIII), a la que acompañan numerosos edificios cívico-militares, como la muralla, torres y puertas del perímetro amurallado medieval, el restaurado acueducto o el Palacio Ducal, hoy Casa Consistorial (s. XVI).
Pero si por algo se conoce a Segorbe es por su Entrada de Toros y Caballos, fiesta de interés turístico internacional, que a principios de Septiembre atrae a decenas de miles de visitantes a disfrutar de su ambiente y gastronomía, donde la Feria del Jamón y del embutido segorbino, hace de excelente muestra de otros productos locales como su aceite o vino.
Para los amantes de la historia, que en Segorbe es larga e intensa, nada mejor que visitar los nueve museos repartidos por el casco urbano, cada uno de ellos dedicado a algún elemento significativo de la ciudad, su historia y sus habitantes.
SERRA
Serra, municipio de la comarca del Camp de Turia, esta enclavado en las estribaciones meridionales de la Sierra Calderona, por lo que sus 57 Km2 de término municipal presentan un relieve muy accidentado con gran numero de barrancos y cerros poblados de inmensas y deliciosas pinadas, que los convierten en punto de partida para numerosas excursiones, para gozar con los magníficos panoramas que crean las diversas especies vegetales de montaña, sus fuentes de buena calidad, cuevas y simas, o los impresionantes miradores que presentan algunas de sus montañas, como la del Pic dels Rebalsadors, el Oronet, La Gorrisa o de L´Alt del Pi
Si a todo ese patrimonio natural, se le añade el histórico-patrimonial, se terminará de comprender de comprender el por qué Serra es una de las localidades más visitadas por los excursionistas valencianos. La posición estratégica en la que se halla Serra, en uno de los pasos naturales de la Calderona, pudo ser condicionante para ser el lugar de paso, defensa, caza… de diferentes culturas. Desde el Neolítico, pasando por íberos y romanos, se han hallado vestigios, aunque se cree que fueron los árabes quienes fundaron el pueblo y el Castillo, que por su enorme valor estratégico, estaba rodeado de una serie de torres-vigía, de las que todavía han llegado hasta nuestros días.
Tan preciado era estratégicamente, que ya en el año 1084, cuando el Cid Campeador preparaba el asalto a Valencia, tomo el Castillo para albergue de su primo Alvar Fáñez y el pretendiente al trono Al-Quadir, que se sentaría en él dos años después. Pero la reconquista definitiva llego con Jaime l, que en 1240 le hacía donación a su caballero Bernart Horta del Castillo,y las villas de Sierra, Ría y Armell. Desde esa fecha, Serra y su término, alquerías y dependencias, fueron pasando a manos de diversos Nobles y Señores, por donación, herencia, venta o permuta, que habitaron en la Casa-Palacio, en el centro de la villa. Junto a este, la iglesia parroquial de Ntra Sra de los Ángeles (s. XVI), el Vía Crucis (s. XIX) y dos ermitas forman parte del patrimonio arquitectónico de la villa.
NAQUERA
Enmarcada entre los densos pinares que en esa zona presenta la Sierra Calderona, se encuentra el municipio de Noquear, con un casco urbano con calles en su mayoría estrechas pero bien urbanizadas en su casco antiguo, y más amplias en las recientemente creadas para acoger a los numerosos chalets y mansiones veraniegas, aunque el paso del barranco Major o de Náquera, que cruza el caserío por su sector meridional, condiciona el trazado del caserío.
Al ser un pueblo pequeño, son pocos los monumentos arquitectónicos que conserva, en cierto modo también por los grandes desperfectos y expolios de la última Guerra Civil. De los que se han salvado, destacar una de las casas construidas sobre el Antiguo Palacio, el Templo Parroquial (s. XVIII) bajo la advocación de la Virgen de la Encarnación, o la ermita de San Francisco de Asís, de principios del siglo XX. De este periodo también son algunas de las interesantes fachadas modernista en la calle Larga, que ilustran las variantes de estilo en las zonas rurales.
Pero las construcciones más antiguas de Náquera se hallan sobre la montaña dels Trencalls, donde permanecen los restos de un importante poblado ibérico, y la Cova dels Estudiants, donde el hombre del Neolítico vivió hace unos diez mil años. Los romanos también dejaron su huella en varios puntos del término, y los árabes son quienes dieron forma al actual núcleo urbano, Tras la reconquista, Jaime l donaría a Gil d´Atrosill la alquería de Nachara de la Serra. A estos le sucedieron varias familias nobiliarias, hasta que recayó en 1446 en los Rois de Corella, Condes de Concentaina, y años después, a los Boil y a los Serdañola. Con la expulsión de los moriscos quedó vacía Náquera, siendo repoblada con gentes traídas por el entonces Señor de Náquera, Francisco de Figuerola. Las últimas guerras, Carlistas y Civil, dejaron su triste huella en Náquera, siendo en la Civil sede del Gobierno de la República, celebrándose los Consejos de Ministros.
Es enorme el número de parajes y zonas ajardinadas tanto dentro del núcleo urbano, como en sus zonas residenciales o sus montes. Además, desde la cumbre de cualquiera de los cerros de los alrededores, se ofrecen extraordinarias vistas. Además, posee una oferta excursionista muy amplia, ofreciéndose la posibilidad de realizar diversas rutas por la zona Norte y Oeste del término.
EL PUIG DE SANTA MARÍA
El Puig de Santa María, municipio de l´Horta Nord, ofrece una amplia variedad de paisajes, gracias a lo variado de su término municipal, que se extiende desde las montañas del cabeç Bord y la Serra Llarga, en las estribaciones de la Sierra Calderona, hasta el mar Mediterráneo, pasando por una zona de enorme valor paisajístico y ecológico como son la huerta y la marjal del Puig.
El nucleo urbano se asienta entre tres colinas que dominan toda la huerta de Valencia; La Montaña del Castell, la de Santa Bárbara y la del monasterio. En la primera de ellas, la del Castell, ya se asentaron gentes del Neolítico, la Edad del Bronce, y de la cultura ibérica, pues ya los romanos prefirieron asentarse en el llano, junto a la del Monasterio. Más tarde, los musulmanes dándose cuenta del valor estratégico de este enclave, decidieron edificar en el siglo XI sendos enclaves en el llano (Villa de Cebolla) y en la Montaña del Castillo, donde construyeron el castillo llamado de Enesa, que ya fue tomado por El Puig, y cuya reconquista supuso la llave para la toma de Valencia en el siglo XIII.
Precisamente durante este periodo, cuenta la tradición que el fraile mercedario Pedro Nolasco descubrió debajo de una campana la imagen de la Virgen de Santa María de El Puig. El propio Jaime I donaría las tierras para que se construyera un monasterio a Santa María en la misma colina en la que se encontró la imagen, que a partir del siglo XVI, se convertiría en el majestuoso monasterio que hoy todavía dirige la Orden de la Merced. El señorío de la villa, en cambio, pasó por diferentes ilustres familias nobiliarias valencianas.
Pero el patrimonio de El Puig va más allá de estos dos emblemáticos lugares, y ofrece además otros atractivos como las ermitas de Sant Jordi y Santa Bárbara, la Torre de Guaita que vigilaba las costas de los ataques berberiscos, o la Cartuja de Ntra. Sra. de Ara Christi, que aunque está hoy destinadas a fines lúdicos, todavía conserva gran parte de las construcciones y estilos que imprimieron en su construcción los monjes de la Orden de San Bruno, en el siglo XVII.
A todo ello hay que sumar sus atractivos naturales, como el paisaje de marjal, la huerta salpicada de las tradicionales alquerías, y sus playas.